Cada vez me reafirmo más en la idea de que la vida es como nosotros la vemos, no existe una única versión de los hechos, la realidad objetiva se da en muy bajo porcentaje, y que nuestro sufrimiento depende de cómo estamos mirando esa situación. ¿Por qué sino ante una causa igual o parecida las personas reaccionan de manera diferente? Hay personas que encuentran problemas en todo, que se angustian por cualquier cosa y otras tienen la capacidad de ver las oportunidades donde otros sólo ven obstáculos. ¿Te gustaría tener esa capacidad o realmente prefieres seguir quejándote y angustiándote por cada inconveniente que te sobreviene? Pese a que para algunas personas esta capacidad de reencuadre positivo de lo que les ocurre es innata, la buena noticia es que, todos podemos aprender a desarrollarla, yo lo he hecho y es algo que ha transformado mi vida para siempre.

Mi personalidad innata me llevó desde que era niña a una excesiva responsabilidad, asumí el rol de hermana mayor con mucho gusto, pero eso de dar ejemplo llegó a ser muy estresante para mí. Desde mi forma de ver las cosas entonces, para mí sacar una calificación escolar más baja de un 9 (cuando el máximo era el 10), ya era un disgusto, un fracaso y una preocupación enorme. Yo siempre sacaba sobresalientes y bajar de nota no era aceptable. En el instituto mis calificaciones bajaron y, por ese y otros motivos de la adolescencia, empecé a sufrir ataques de ansiedad, me dolía el pecho de la presión, sentía que no podía respirar, sufría mareos, llegando a desmayarme y caer al suelo varias veces. Esto acabó derivando en una fuerte depresión con tan sólo 16 años. ¿Por qué te cuento esto? Por qué mi forma de ver la vida me estaba llevando a sufrir demasiado y eso es algo que podemos cambiar, aunque forme parte de nuestra personalidad innata. Yo tardé mucho tiempo en tomar conciencia de que estaba en mi mano cambiarlo y me pasé mucho tiempo enfadada con el mundo, culpaba a mis padres, a mis profesores, a todo lo que me rodeaba sin saber que yo tenía todo el poder en mis manos.

Quiero que pienses ahora en eso que te está preocupando tanto, eso que no te deja dormir por las noches y que no se te va de la cabeza. Te invito a que contestes a esta pregunta ¿cómo te estás contando la película? Después imagínate otra forma de contarte lo que pasa, analiza los hechos objetivos, piensa en otras opciones, oportunidades, contempla otras visiones y así conseguirás un reencuadre más positivo para tu problema.

¿Dices que lo has intentado y no te sale? Hazlo de nuevo, tal vez estés demasiado apegado a tu sufrimiento y a tu hábito de anticiparte a los problemas que aún no han ocurrido, igual así crees que te previenes de que te pase algo malo. Créeme cuando te digo que no es así, no solucionas nada y además te pierdes de disfrutar de muchos momentos que tienes ahora y se te están escapando.

Te propongo un juego, hazlo y te ayudará a cambiar tu visión de las cosas, se llama el juego del Sabio, el Mendigo y el Extraterrestre. Empezamos: vuelve a pensar en eso que te está haciendo sufrir (tu película) y valora la gravedad del asunto de 0  a 10, después imagina que eres un sabio y cuéntate otra versión de esa película, como si fueras un hombre cuya sabiduría está por encima de cualquier situación, luego cuéntate esa misma película como si fueras un mendigo y después como si fueras un extraterrestre, alguien que no vive en nuestro planeta y no tiene nuestros patrones sociales ni mentales. Échale imaginación, es un ejercicio excelente para tu mente…

¿Qué tal ahora? Vuelve a valorar lo grave que es lo que te pasa de 0 a 10.  Seguro que ya has empezado a mejorar, sigue así y con la práctica tu sufrimiento y tus problemas se reducirán asombrosamente.